No hay nada más creado por la Naturaleza que el miedo. Igual que la evolución desde que no éramos casi nada nos modeló hasta lo que hoy vemos en un espejo, como peaje nos inoculó un sentimiento que ha anidado en alguna parte de nuestra cabeza y que, en función de lo que le dejemos, guía y dirige sentimientos, actitudes y comportamientos.
En ocasiones se erige, sin que haya mediado imposición alguna, como Rey de tu día, de tu vida incluso. Filtrando por su inmensa red tejida en tu cerebro tu presente y de ahí tu futuro. Sólo es débil con el pasado; porque ahí ya eres poseedor máximo de las experiencias, de las consecuencias, de lo pasado que pasado está para bien, mal o regular.
El miedo es el peor compañero de vida que puedas elegir. Pero no lo eliges. Ya es tuyo; desde que la razón toma tu cerebro, le prepara una cómoda habitación y lo lleva de la mano para que se ponga cómodo y disfrute desde posiciones privilegiadas de todo lo que haces, sientes o piensas. Y no es fácil bajarle la persiana para evitar que desde la atalaya de tu cabeza se ría enviándote angustias. El miedo es cabrón e irracional por naturaleza y adoptará mil camaleónicas poses para encantarte serpientes de nuevo y conseguir que lo saques a bailar.
Hoy tengo miedo. Supongo que ha conseguido abrir la ventana que mi tranquilidad diaria le cierra cada mañana y está paseando por mi cabeza acojonando al resto de pensamientos. Persiguiendo a la razón, poniéndole zancadillas al sentido común y alterando la circulación habitual que me mantiene de pie mirando al frente.
Mi miedo sale a decirte hola.
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